Muchas de las grandes estrellas del fútbol, incluido Cristiano Ronaldo, llevarán camisetas hechas de botellas viejas de plástico en el Mundial de Sudáfrica.
Nike comunicó que las camisetas de las nueve selecciones que llevan su marca, incluida la de Brasil, uno de los grandes candidatos al título, estarían hechas de poliéster reciclado de botellas usadas (en la foto también se incluye un jugador que luce la nueva camiseta away de Inglaterra, marca Umbro, empresa inglesa que hace un par de años fue adquirida por la firma estadounidense). Cada prenda fue realizada con hasta ocho botellas de plástico recogidas en vertederos japoneses y taiwaneses, dijeron desde la marca que es la mayor productora de artículos deportivos del mundo.
Las casacas de los nueve equipos, entre los que también se incluye Portugal, Holanda y Estados Unidos, llevarán el nuevo material. El equipamiento mantendrá a los jugadores más secos y frescos que las camisetas anteriores, a la vez que reduce el consumo de energía en su fabricación un 30 por ciento frente al poliéster normal.
Un total de 32 equipos disputarán el Mundial que comienza el 11 de junio. Para la fabricación de las camisetas, que también ser venderán a los aficionados, se han usado 13 millones de botellas de plástico, suficientes para rellenar 29 campos de fútbol. Las botellas se derritieron para producir hilo de poliéster, que según Nike asegurará un equipamiento más ecológico que nunca.
“Estamos equipando a los atletas con uniformes recientemente diseñados que no sólo tienen un aspecto fantástico y ofrece beneficios en su resultado, sino que también están hechos con materiales reciclados, creando menos impacto en nuestro medio ambiente“, dijo Charlie Denson, presidente de Nike
El gobierno de Sudáfrica ha dicho que se espera que las emisiones de carbono generadas en el Mundial crezcan respecto a las del torneo de 2006 en Alemania, pero que invertirá en créditos de carbono para mitigar el impacto. Casi el siete por ciento de las emisiones procederán de los viajes aéreos a este destino.
Fuente: El Espectador